jueves, 3 de septiembre de 2015

Ricki

Terminé de ver Ricki, dirigida por Jonathan Demme.

Ricki es una cantante de rock sin éxito y de edad madura que lo dejó todo por conseguir realizar su sueño de ser una estrella. Un día recibe la llamada de su ex marido para que acuda a apoyar a su hija, deprimida después de su separación matrimonial. El reencuentro con la familia provocará un impacto emocional en todos ellos.    

La película viene generalmente calificada como comedia dramática. En mi opinión es más bien un musical, un videoclip de rock and roll de varias canciones en directo en un pequeño bar y entre canción y canción se nos muestran los diálogos de una familia muy arquetípica, con una hija separada, un hijo pijo que se casa con una chica "bien" y otro hijo homosexual cuyo novio muestra este gusto moral actual estadounidense por lo multirracialmente correcto. Hay muchos más minutos de canciones que de diálogos. Lo interesante y aprovechable es que las canciones son fantásticas, una magnífica selección de rock de sus mejores años (Tom Petty, Bruce Springsteen...) y los diálogos son sencillamente naturales, espléndidos, reales. Hacía muchísimo tiempo que no escuchaba en una película unos diálogos tan apropiados, con el ritmo justo, la concisión necesaria y aportando la información mínima que, acompañada por la interpretación, los han convertido en lo mejor de la película junto a su banda sonora.

Por lo demás, la trama, de lo más básico. Familia desavenida que en el reencuentro olvida el pasado y se acaban queriendo mucho. Ni siquiera los personajes tienen que esforzarse demasiado porque la complejidad de sus papeles no da para más, quizá, salvando a la hija separada interpretada por Mamie Gummer. Meryl Streep, como todo lo hace bien, incluido de veterana rockera, en su línea, excelente.

Para pasar un rato escuchando buena música, con excelentes músicos, y diálogos inteligentes. si no se exige más, suficiente.

Pero claro, esto es solo una opinión, mi opinión.

El título original es Ricki and the Flash, del 2015, de Columbia TriStar (Estados Unidos) y dura 101 minutos.
Ha sido dirigida por Jonathan Demme (Philadelphia, El silencio de los corderos), con guión de Diablo Cody (Juno, Jenifer´s body) y el siguiente repato: Meryl Streep, Kevin kline, Mamie Gummer, Sebastian Stan, Ben Platt, Charlotte Rae, Rick Springfild...
       

lunes, 27 de agosto de 2012

El mundo según Barney

He visto El mundo según Barney (Barney's version), película del 2010 dirigida por Richard J. Lewis, adaptando la novela de Mordecai Richler, e interpretada por Paul Giamatti, Rosamund Pike y Dustin Hoffman. 

En principio, la trama es bien sencilla. Barney Panofsky (Paul Giamatti), un productor de televisión aficionado a la bebida y al hockey es un individuo que tiene una vida un tanto descontrolada y que se ha casado tres veces. Sin embargo, Giamatti hace de él un personaje tan extravagante y despreciable unas veces como encantador otras y del que es imposible no encariñarse, aunque sea un cariño de esos que a veces te entran ganas de abofetear.

Se trata de una comedia con tintes dramáticos, ácida a veces, simpática otras, emocionante sin duda.

Es una historia sobre los errores que se cometen en la vida y que sólo con tesón y una férrea voluntad se sigue adelante, asumiéndolos unas veces mejor que otras pero siempre yendo hacia delante. Eso es lo que hace Barney. Aunque desastroso, con su barba pelirroja y su prominente barriga, persigue aquello que se propone, sin importarle las consecuencias, lo que suele llevarle a tomar decisiones impulsivas, aunque le motive la buena fe, la egoísta buena fe. Barney sabe que los ha cometido, pero también sabe lo que le da valor a la vida.

Paul Giamatti, acostumbrado a los papeles secundarios, tuvo aquí una gran oportunidad y la aprovechó del todo. Recibió el Globo de Oro al mejor actor principal de comedia en 2010 por este papel. A mí, simplemente, me ha encantado. Ya me caía bien; ahora, muchísimo mejor.

Es una comedia con su punto serio. Y creo que es muy buena, aunque quizá su fortaleza estribe en que los personajes están tan bien construidos porque provienen de una novela y la dirección de la película ha sido lo suficientemente hábil como para hacer de ella una adaptación notable.

Merecea pena.

jueves, 23 de agosto de 2012

The artist

He visto The Artist, película del 2011, dirigida por Michel Hazanavicius y protagonizada por Jean Dujardin y Bérénice Bejo.

Película triunfadora en los Oscars 2011 en los que se llevó la estatuilla a mejor película, director, actor, banda sonora original y vestuario, además de muchísimos otros premios a lo largo del año y todo ello en blanco y negro, en formato 4:3 y ¡muda!

A mí la película simplemente me ha encantado. Puede parecer sencilla dada que no ha sido un derroche de efectos digitales ni presenta una trama de engranajes sofisticados o porque descansa sobre todo en la actuación "exageradamente gestual" propia el cine mudo y en una música que añade el dramatismo que reflejan los rostros de los actores. Bueno, da igual si parece sencilla o si lo es... o todo lo contrario. ¡Es magnífica!

Se limita a contar una historia sin demasiados recovecos, aunque es una historia realmente buena. Actor famoso venido a menos con la llegada del cine sonoro; actriz de fulgurante carrera aprovechando la llegada del cine sonoro, claro; egos hundidos y mucho glamour; generosidad y cine, mucho cine.

Los actores, desconocidos para el gran público, han resultado estar geniales. Las emociones que nos transmiten durante todo el matraje parten de sus miradas, juego de luces que, por mucho que sea en blanco y negro, ha sido tratado con toda su intensidad. De hecho el blanco y negro es un recurso en imagen que transmite especialmente el dramatismo de los rostros. Hasta el perro (últimamente veo muchas películas con perros destacados en papeles de reparto) está que se sale.

La banda sonora resulta un complemente tan acertado y maravilloso que deja de ser complemento para convertirse en elemento esencial de la acción.

Hay escenas realmente prodigiosas, como la de la pesadilla del actor, de esas que se recuerdan siempre. La dirección ha sido magnífica y logra una identificación con los personajes completa, donde todo está en su sitio y entra uno tanto en la película que aunque sabe que es una película, precisamente por eso, resultatan emocionante.

Cine francés sobre cine de Holliwood en su más pura expresión. ¡Puro cine, en definitiva!

lunes, 6 de agosto de 2012

Beginners (Principiantes)

He visto Beginners (Principiantes), película del 2010, escrita y dirigida por Mike Mills y protagonizada por Ewan McGregor, Christopher Plummer y Melanie Laurent.

Podría pasar por comedia romántica, pero con un punto menos frívolo que la mayoría de las películas del género.

Oliver, el protagonista, se nos muestra como un individuo sumido en una profunda tristeza, no como un estado, sino como su forma de ser. Hace tres años murió su madre y apenas tres meses que lo hizo su padre, quien, cerca de cumplir los ochenta años, decide salir del armario y manifestar públicamente su homosexualidad. La declaración imprime sentido a una relación matrimonial de cuarenta años que el hijo nunca supo interpretar correctamente y que, a la frialdad del padre, le unía la infelicidad, pero complicidad con el hijo, de la madre. Así, Oliver trata de reconstruir la relación con su progenitor, con quien comparte casa y que le muestra una faceta desinhibida y alegre por parte de un hombre mayor que ya sin vergüenza alguna quiere vivir plenamente una homosexualidad que siempre fue íntima y clandestina, al mismo tiempo que convive, pues ya poco puede hacer para combatirlo, con un cáncer terminal.

Con estos mimbres, Oliver, rodeado de buenos y sinceros amigos que quieren extraerle de su postración aburridísima y triste, conoce a una hermosa actriz francesa de carácter, aunque entregado y sincero, impredecible y emocional. La relación será difícil sobre todo en el plano sentimental, pues ambos se son sinceros con independencia de las consecuencias de sus actos, para el otro y para sí mismos.

Mientras la relación evoluciona, numerosos flashbacks nos muestran al Oliver niño en esa mencionada complicidad con su madre y la última época del padre, con sus fiestas gays y su joven y entregado novio, de tal modo que comprendemos completamente la complejidad del mundo interior del protagonista, con lo que todos sus actos resultan aceptados y perdonados porque resultan coherentes.

Es una obra de personajes, sin duda. Muy bien contruidos. Sin pega para ninguno. Incluso el perro, Cosmo, en el papel de Arthur, que fue primero de Hal, el padre, y que heredó su hijo, Oliver, hace un memorable papel, al que incluso le participan diálogos (aunque sean subtitulados).

Ewan no tuvo que poner rostro triste. Ya lo tiene, sobre todo, por su mirada. La actriz francesa hace de lo que es, una actriz francesa, frágil pero bella. Y Plummer simplemente se sale haciendo de gay a los 75 años aprovechando cada segundo de lo que le queda de vida. Christopher Plummer ganó el Oscar por este papel en 2011 al mejor actor de reparto. De hecho, la película en sí ganó numerosos premios internacionales.

Es una película conmovedora, profundamente emotiva y, a pesar de tocar temas trascendentales, como la muerte, las relaciones de pareja o la homosexualidad, no se recrea en ellos, no quiere moralizar. Simplemente, nos muestra como los personajes, individuos en definitiva de carne y hueso, aunque ficticios, viven esos temas con la misma naturalidad con que la vida nos la hace vivir en realidad. ¿Esto mismo es la esencia del cine, del buen cine, no? Pues eso. Genial.

En realidad, la película está basada en la vida del director, cuyo padre confesó su homosexualidad a los 75 años.

Y el presupuesto no fue demasiado elevado. De hecho fue grabada con la cámara digital Red One, cuyo precio es unas diez veces menor que las cámaras profesionales convencionales.

Un película muy, muy aconsejable. Para deleitar el paladar cinematográfico, eso es.

Prometeus

Estreno blog, Mi gran pantalla de cine, en el que iré desgranando mis opiniones sobre las películas que veo, supongo que no todas, pues son muchas, pero sí sobre aquellas que de algún modo me invitan a un comentario. Y me parece un modo genial de inaugurarlo con Prometeus, la última película del director Ridley Scott.

Encuadrada dentro del universo Alien, acudí con las expectativas bien altas, dispuesto a ver un derroche visual y a darle un completo sentido, cinematográfico, por supuesto, a una saga que me fascinó desde su primera película, Alién, el octavo pasajero, allá por el año 1979 y que dirigió el mismo director que la última apuesta de este 2012.

La primera conclusión ha sido muy negativa. Siento decirlo pero ha sido para mí un gran fiasco. Y cuanto más medito sobre ello, más profundo me parece.

Quizá por el hecho de ser escritor, de que, en mi opinión, los personajes deben tener fundamento y la trama deberse a ellos pues son los que la han de desarrollar, Prometeus adolece de personajes de entidad, sólidos, coherentes, verosímiles y eso tiene su traslado inmediato en una trama increíble, inverosímil, sin sentido, sin apoyos, sin lógica.

Creo que no salvo a ninguno de los personajes. La pareja de científicos, se comportan de cualquier modo menos como científicos, sobre todo, teniendo en cuenta que han realizado el descubrimiento más importante para la Humanidad. Noomi Rapace recupera la calidad perdida sólo cuando su personaje entra en acción porque parece que esta chica sólo queda bien cuando da y sufre mamporros.

Charlize Theron es un personaje totalmente irrelevante en la trama. Si la quitas, no se nota y eso que es la jefa (Parece serlo, al menos).

¿Guy Pearce? Bueno, digamos que está tan caracterizado que no se le reconoce bien con lo que podrá disimular un elegante olvido cada vez que le pregunten por la película respondiendo algo así como "si en realidad no era yo".

¿El capitán de la nave? Teniendo en cuenta la responsabilidad que asume al pilotar una enorme nave de esas características para realizar un viaje de más de dos años de duración... ¡qué poco criterio tiene! Cualquiera de los otros le convence de lo contrario que quiere hacer con una frase. Y su sorprendente giro final resulta incoherente del todo con la caracterización que le han hecho.

Michal Fassbender hace de robot y no sé por qué pero todos los que hacen de robot parecen hacerlo bien. Debe ser ese sueño que todo humano tiene de verse desprovisto del lastre de las emociones, pero para disfrutar de tal libertad se carece, por tanto, de la emoción correspondiente, con lo que todo queda en nada. David, que así se llama el androide, nos despista desde el primer momento y en nada se nos justifican sus decisiones y acciones. Qué difícil resulta compararle con la actuación de Lance Henriksen como el androide Bishop en Alien, pero en fin.

En cuanto a la trama, más de lo mismo. Un planteamiento que en su sinopsis puede ser de lo más sugerente, pero que a medida que se desarrolla en la película se vuelve más inverosímil, además de tremendamente improbable. Los aspectos esenciales del argumento, como el posible descubrimiento del origen del ser humano, o el hallar respuestas a las preguntas más trascendentales de nuestro género, que quizá deberían ser el hilo principal de la historia, quedan convertidos en una anécdota. Los puntos de giro no es que no sean previsibles, que lo son, son incoherentes del todo. Vamos, que no hay quién se los crea.

¿Y la criatura? Se llega a echar de menos al Alien, en sus diversas fases de desarrollo físico, incluida la lapa con tentáculos.

¿Qué salvo? La escenografía, la puesta en escena, el imaginario de Scott desplegado con la mejor tecnología al servicio del cine. Una plasticidad increíblemente hermosa, en la que los detalles futuristas, de escenario y los efectos especiales conquistan sin duda los sentidos.

Aunque el espectador no se identifique ni con los personajes ni pueda involucrarse en una trama que no engancha ni crea confianza, sí se siente uno en el espacio, navegando en naves espaciales sofisticadas, en las que cuesta, a pesar de la diferencia tecnológica, no sentirse trasladado al interior de la Discovery 1, la nave de 2001, una odisea del espacio, que fue creada en 1968.

La gran duda que me asaltó nada más salir del cine fue que cómo Ridley Scott ha podido permitir que un proyecto en el que tenía tan grandes pretensiones (que a lo mejor no fueron tantas), pudo dejar de controlar el proceso de creación del guión (con la consiguiente elaboración de trama y personajes) para que el resultado final fuese tan mediocre.

Siento que esta película ha sido una gran oportunidad perdida y en el total de la saga Alien supone un traspiés, que pocos se atreverán a corregir teniendo en cuenta el gran desembolso económico que una aventura así volvería a suponer para los intrépidos que la acometieran.

En fin, una gran desilusión.