lunes, 6 de agosto de 2012

Beginners (Principiantes)

He visto Beginners (Principiantes), película del 2010, escrita y dirigida por Mike Mills y protagonizada por Ewan McGregor, Christopher Plummer y Melanie Laurent.

Podría pasar por comedia romántica, pero con un punto menos frívolo que la mayoría de las películas del género.

Oliver, el protagonista, se nos muestra como un individuo sumido en una profunda tristeza, no como un estado, sino como su forma de ser. Hace tres años murió su madre y apenas tres meses que lo hizo su padre, quien, cerca de cumplir los ochenta años, decide salir del armario y manifestar públicamente su homosexualidad. La declaración imprime sentido a una relación matrimonial de cuarenta años que el hijo nunca supo interpretar correctamente y que, a la frialdad del padre, le unía la infelicidad, pero complicidad con el hijo, de la madre. Así, Oliver trata de reconstruir la relación con su progenitor, con quien comparte casa y que le muestra una faceta desinhibida y alegre por parte de un hombre mayor que ya sin vergüenza alguna quiere vivir plenamente una homosexualidad que siempre fue íntima y clandestina, al mismo tiempo que convive, pues ya poco puede hacer para combatirlo, con un cáncer terminal.

Con estos mimbres, Oliver, rodeado de buenos y sinceros amigos que quieren extraerle de su postración aburridísima y triste, conoce a una hermosa actriz francesa de carácter, aunque entregado y sincero, impredecible y emocional. La relación será difícil sobre todo en el plano sentimental, pues ambos se son sinceros con independencia de las consecuencias de sus actos, para el otro y para sí mismos.

Mientras la relación evoluciona, numerosos flashbacks nos muestran al Oliver niño en esa mencionada complicidad con su madre y la última época del padre, con sus fiestas gays y su joven y entregado novio, de tal modo que comprendemos completamente la complejidad del mundo interior del protagonista, con lo que todos sus actos resultan aceptados y perdonados porque resultan coherentes.

Es una obra de personajes, sin duda. Muy bien contruidos. Sin pega para ninguno. Incluso el perro, Cosmo, en el papel de Arthur, que fue primero de Hal, el padre, y que heredó su hijo, Oliver, hace un memorable papel, al que incluso le participan diálogos (aunque sean subtitulados).

Ewan no tuvo que poner rostro triste. Ya lo tiene, sobre todo, por su mirada. La actriz francesa hace de lo que es, una actriz francesa, frágil pero bella. Y Plummer simplemente se sale haciendo de gay a los 75 años aprovechando cada segundo de lo que le queda de vida. Christopher Plummer ganó el Oscar por este papel en 2011 al mejor actor de reparto. De hecho, la película en sí ganó numerosos premios internacionales.

Es una película conmovedora, profundamente emotiva y, a pesar de tocar temas trascendentales, como la muerte, las relaciones de pareja o la homosexualidad, no se recrea en ellos, no quiere moralizar. Simplemente, nos muestra como los personajes, individuos en definitiva de carne y hueso, aunque ficticios, viven esos temas con la misma naturalidad con que la vida nos la hace vivir en realidad. ¿Esto mismo es la esencia del cine, del buen cine, no? Pues eso. Genial.

En realidad, la película está basada en la vida del director, cuyo padre confesó su homosexualidad a los 75 años.

Y el presupuesto no fue demasiado elevado. De hecho fue grabada con la cámara digital Red One, cuyo precio es unas diez veces menor que las cámaras profesionales convencionales.

Un película muy, muy aconsejable. Para deleitar el paladar cinematográfico, eso es.

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